A mediados de los años 80, el Gobierno Nacional lanzó una política de unificación visual del transporte público individual en todo el territorio colombiano. Con la Resolución 321 de 1984, se definió que los taxis debían pintarse de color amarillo, buscando que el servicio fuera fácilmente reconocible por los ciudadanos y extranjeros. Este cambio se implementó oficialmente en Cúcuta en enero de 1985, sin eximir a los vehículos preexistentes: todos los taxis debían repintarse antes de finalizar ese año.
El impacto de este proceso fue inmediato. El amarillo brillante se convirtió en un distintivo urbano que facilitó la identificación de taxis, redujo el tiempo de búsqueda de un vehículo e incrementó la percepción de seguridad. Las franjas laterales y los leyendas con el número de licencia municipal reforzaron aún más la transparencia del servicio.
Con el nuevo color vinieron nuevas exigencias técnicas. A partir de 1987, la Secretaría de Tránsito municipal estableció que los taxis debían someterse a revisión técnico-mecánica anual, supervisada por talleres autorizados. Se inspeccionaban frenos, luces, suspensión, emisiones contaminantes y estado general de la carrocería. El incumplimiento acarreaba multas crecientes, y en casos severos, la suspensión de la licencia de circulación.
La década de los 90 presenció la aparición de sistemas de radiocomunicación masiva. Las centrales de despacho, con radios de alta frecuencia, permitían ubicar taxis en tiempo real y asignar viajes de manera más eficiente. En Cúcuta, el primer call center de taxis se inauguró en 1992, con una cabina equipada para recibir llamadas las 24 horas. Esto disminuyó la dependencia de los paraderos físicos y consolidó el modelo de servicio puerta a puerta.
A finales de los años 90, la globalización y el acceso a nuevas tecnologías sacudieron nuevamente el sector. Se implementaron sistemas de GPS básico en algunas flotas, aunque su adopción masiva se retrasó por el costo elevado. A principios del siglo XXI, sin embargo, los taxis en Cúcuta comenzaron a incorporar sistemas de posicionamiento satelital y tarjeta prepago, permitiendo a las empresas ofrecer planes de suscripción y métodos de pago alternativos.
El verdadero cambio de paradigma llegó con la penetración de los teléfonos inteligentes. A partir de 2012, varias aplicaciones móviles compitieron por la preferencia de los usuarios cucuteños: plataformas locales integradas por cooperativas y apps nacionales de transporte marcaron el inicio de una nueva era. Aunque en sus inicios coexistieron con los taxis tradicionales, con el tiempo la mayoría de radiotaxis adoptó sus propias apps y alianzas con marcas digitales.
Hoy, los taxis de Cúcuta combinan la tradición de décadas con innovaciones actuales: taxímetros electrónicos conectados a centrales digitales, pago con tarjetas y billeteras electrónicas, rastreo en tiempo real y chat integrado entre usuario y conductor. Estos avances, sin duda, han contribuido a un servicio más seguro, transparente y eficiente.

